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ORAR ES TRANSFORMAR



La oración es nuestro instrumento más poderoso que nos conecta con el cielo, con Dios. Y es que lo sobrenatural consiste en que descubrimos el poder que tiene cuando nos humillamos ante Dios, estamos siempre con gozo, sabemos pedirle hasta con desesperación porque tenemos la seguridad que Él es nuestro Padre que nos escucha y nos responde. Esta oración es nuestro oxígeno y será siempre una bendición cada vez que lo hagamos en familia porque nos mantendrá más que unidos.


Pues bien, ahora nos planteamos cómo es que mantenemos esta actitud orante como el de Jesucristo y por ello nos atrevemos a revisar uno de los aspectos del Modelo de Jesús que tanto hablamos y desarrollamos en nuestra Misión. Y, para tal efecto, planteamos el episodio posterior al de su bautismo. Dice el texto de Lucas 4:13-21 que el mismo Espíritu que lo llevó al desierto es el que lo acompañó en todo momento y le permitió superar las trampas que le pretendía imponer el diablo; pero también afirma que Jesús no se librará posteriormente de más trampas a lo largo de su vida. Sin embargo, Su Misión sigue y Su Modelo se impone: luego de todo volvió con el poder del mismo Espíritu para enseñar en el templo (Sinagoga), en el lugar donde creció y el día de descanso, como nuestros domingos.


Es más que probable que tú y yo tengamos momentos carencias y dificultades, pero de eso se trata el vivir nuestra fe. Es por ello que nos llama la atención cómo el Rey de Reyes no abandona su Misión en medio del desierto y de las trampas que nunca faltarán. Su oración es transformación y nunca deserción, por ello es que dice al final de su lectura: “hoy se cumple esta Palabra”. A lo mejor hoy te dice que recuerdes lo que Él en muchos momentos traería a Su Mente y a Su Corazón; la Palabra que nos dice: “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3).

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