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TU FAMILIA ES TU CARTA DE PRESENTACIÓN



Si por algún motivo no fuiste incluido en los planes de tu papá terrenal, sí lo estuviste siempre en los de tu Padre Celestial, pues nuestra identidad está fundada en Él y nunca será un padre ausente a pesar de nuestros errores y continuas imperfecciones cometidos en el camino porque nada nos separará de Su Amor y Sus planes nos incluyen a todos nosotros. Todo papá debe sentirse muy bendecido pero también con la responsabilidad de dejar en sus hijos tres legados: a) La herencia material que es un patrimonio sustentable para sus hijos; b) La herencia cultural donde parte de ella es rescatable y otra no; y especialmente c) La herencia espiritual en la que no solemos invertir mucho pese a saber que si no es el Señor quien edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican (Salmo 127:1).


Debes urgir una herencia espiritual en tu hogar y para que el Señor la edifique depende especialmente del hombre que tiene que buscar en primer lugar a Dios que le reclama primero que le deje trabajar con él, con su corazón, desarraigando y quitando todo aquello que no sirva e impida que Él ocupe ese lugar en su vida y en su hogar, de modo que no se repita la historia de generaciones atrás.Es hora que entendamos que como sacerdotes somos personas escogidas por Dios para ser mediadores y como hombres debemos tener una estrecha relación con Él para ser líderes de nuestras familias y así dejar un legado espiritual para los demás. De hecho, todo lo que se ve de violencia, corrupción y falta de integridad en nuestra sociedad, es por falta de compromiso de las cabezas de hogar como sacerdotes de sus familias para que sus hijos crezcan con principios y valores eternos y; para que no se destruyan más matrimonios urge la presencia de Dios en nuestros hogares para que levante un ejército de verdaderos hombres que peleen contra la corriente y hagan que sus hijos crezcan amando a Dios en medio de un mundo tan difícil: esa debe ser la mejor inversión en tu familia, pues ningún éxito material o meramente personal va ha justificar el fracaso de tu familia: debes querer estar presente en tu casa y que ella y todas sus paredes, estén consagradas a Dios. Sólo podrás irte tranquilo de este mundo si ves a tu familia consagrada al Señor.


Tu carta de presentación como hombre es tu familia y lo que debes hacer es amarla y hacer un equipo con ella más que querer cambiarla, para ello no encontrarás un testimonio más efectivo que doblar tus rodillas y le pidas ayuda a Dios para saber dirigir tu casa y tengas la iniciativa de actuar mejor en ella. Es Dios quien te lleva a entregarle el trono de tu corazón, ejercer tu sacerdocio y ver el fruto en tu familia. Sólo así podremos desde nuestros hogares inspirar a otras familias para que cumplan Su Propósito. Si nos convertimos en hombres guerreros luchando por nuestras familias (Deuteronomio 11:29) y en todo tiempo les damos los valores eternos ejerciendo nuestro rol sacerdotal en medio de ellos, Dios estará siempre en tu vida y en la de tu hogar.


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