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¿HAY COHERENCIA EN LO QUE DICES Y HACES?


Una persona diligente se preocupa de trabajar siempre con excelencia, prontitud y actúa ahora. Y el paso que hay que dar para actuar siempre con diligencia es el de vivir con Integridad que, no es otra cosa que ser completo, no dividido y buscar siempre la coherencia entre lo que piensa, dice y hace. Para la persona íntegra, sus valores no pueden separarse de su personalidad, para ello debe responder a un programa diario de seguir sus convicciones espirituales, pensar siempre en sus valores y contrastar constantemente sus alternativas con la Palabra: así añadirá un nivel de seguridad y responsabilidad.


El problema se suscita cuando nuestras convicciones colisionan con nuestros impulsos, pero el momento decisivo de nuestra integridad es cuando éstas exigen que hagamos algo que nos dolerá o nos costará. Por ello es que la gente espiritual y que vive en integridad hace lo correcto, sin importar cómo se siente, no va tanteando hacia la realización de lo que es correcto; simplemente primero actúa (haciéndolo bíblicamente y consistentemente) y los sentimientos encajan después. Por ello decimos que las decisiones más difíciles son las que hay que hacer cada día, porque el carácter se construye como un muro, ladrillo a ladrillo y muchas veces las personas “hechas y derechas” que viven en integridad son las últimas en llegar a la meta, pero esto es porque “corren” en una “carrera” diferente, y con una meta distinta. “Correr” esa “carrera” implica pararte con frecuencia para examinar tu vida y orar.


Se trata de proseguir a la meta y al premio del llamado de Dios (Filipenses 3:14; 1 Corintios 9:24), despojándonos del hombre viejo (Efesios 4:22–24) y depositando todas nuestras ansiedades sobre Él, porque él tiene cuidado de nosotros (1 Pedro 5:7)

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